Recordamos a Juan José

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Hoy hace dos años que Juan José García López nos dejó. Cualquier momento en el día era bueno para contarnos algo. Lo recordamos siempre trabajando, siempre escribiendo. Y como ejemplo de esto que decimos nos puede servir este artículo de su autoría, publicado hace más de cuarenta años en "El Gallo de Morón" (1981, n. 7), que fue recogido posteriormente en el volumen, "Color Local" (1992):
 

El Siguirín

(El Gallo de Morón, 1981, n. 7, junio, p. 12 y Color Local. 20 años de casos y cosas de la vida cotidiana moronense (1972-1992). Edición de Juan Diego Mata Marchena. Morón de la Frontera: Asociación Cultural Amigos de Morón, 1992, pp. 26-27).

 "Allá por los años cuarenta y hasta los cincuenta y tantos, malvivió en Morón una pléyade de personajes exóticos -vivos aún en el recuerdo- que arrastraron su miseria por los grandes bodegones pobretúos, entonces al uso: El Disloque, La Goleta, La Verdad... De estas gentes que hacían su vida en la calle, de hecho y entonces todo el mundo vivía más en ella, recordamos al Percalino, Cubita, el Larao, la Arias, el Rubio Paragüero -obstinado en que Marchena le había robado el cante-, José el de la Empresa, Salvaorillo -peligrosísimo ante un puesto de calentitos-, la Bizca Pardillo -que aún vive-, Manolito el de las zaleas -elegante como un lord- y cien desgraciados más que a las puertas de los templos tendían la mano, o rebuscaban entre los desperdicios del mercado una porción aprovechable. Y de esta serie destaca por su peculiaridad una pareja, andrajosa, divertida ¡cosa seria era! El Siguirín y su consorte, Antonia García Portillo, nombre que a muchos sonará a chino, porque ella era popularmente conocida como la Siguirina. Era de Morón y fue la razón por la que El Siguirín cayera por estos pagos hacia la primera década del presente siglo, después de haberla conocido en Sevilla, de donde era oriundo. De la Siguirina recordamos sus viejos vestidos, siempre anchos y estampados, llamativos. Mucho más voluminosa que el Siguirín, siempre presentaba su pelo endrino embadurnado de agua rosa -para espantar al piojo-, rematando el tocado con un ramillete ostentoso de malvas colorás. La Siguirina, ya vieja, cantaba mal, bailaba muy graciosamente. Y siempre cantando, bailando, o a veces de improperios con el cónyuge, recorrían ambos el pueblo , hasta hallar el sustento del día, pan y vino, que el pescao frito era todo un lujo.

La gente los tomaba a chufla ¿iría la procesión por dentro? Bufón, murguista, desde luego era poeta. Vivo como un ratón, el Siguirín, latero para comer; artista para vivir. Y cuando esta casualidad suya se ponía en duda, orgulloso mostraba un carné muy mugriento, expedido en los tiempos de Alfonso XIII, que lo acreditaba.

Ignoro si él lo sabía, pero Francisco Galván Reyes -el Siguirín- entreteniendo a generaciones tras generaciones con sus polichinelas, estaba conservando una técnica artística italiana del siglo XVI, hoy muy revalorizada. El arte del microteatro lo heredó de su abuelo, Juan Misa, el Sevillano, que durante el siglo XIX hizo las delicias de sus paisanos, e incluso fue galardonado por Isabel II. El Siguirín, no solo dio vida a una serie de personajes de trapo que bautizó con nombres de Cristobita el de la Porra, la Señá Rosita, Tejeringo y tantos otros, sino que distrajo e ilustró a su manera a centenares de niños de la postguerra, época con muy pocos alicientes para reír y formarse. De sus representaciones, que eran muy prolíferas, recordamos sobre todo “El entierro”, “Las brujas”, “Cristóbal Tragapanduro”, “Los platos baratos”, “El robo del pollo”, “El arriero sordo”...

Y de sus cancioncillas, aquellas que frecuentemente lanzaba al viento, cuando las cosas no iban bien en el matrimonio, y que como buen payaso las hacía riendo, sin que los chiquillos advirtiéramos el paño vidrioso que a sus ojillos afluía, citamos la que sigue, que coreábamos con el poeta:

 

“La Siguirina, señore

es más mala que un inglé

ma dejao durmiendo la mona

pa subirse ella en el carrusé.

¡Ay, vaya por Dios!

Que a Siguirina la ronda,

la ronda

aquel directó”.

 Porque fueron auténticamente humanos; porque particularmente el Siguirín compartió con todos lo único que de valor poseía, su arte, su sonrisa, le creemos muy merecedor de ocupar hoy en El Gallo de Morón, la tribuna de los “Personajes” del pueblo."

Juan José García López

¡Qué sus historias perduren siempre en nuestra Colección Local!

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